Rutas migratorias y peligros en el camino venezolano hacia México

Tania Pamela Gómez Caballero (estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Rosario Castellanos)

Salir de Venezuela rumbo a México no es solo una decisión difícil: es un recorrido lleno de obstáculos, riesgos, y silencios. Para quienes migran forzadamente, el trayecto no se mide en kilómetros, sino en heridas. En la región, estas rutas no son meramente geográficas; son huellas marcadas por la desesperación, la esperanza y el dolor

¿Cómo migran las y los venezolanos hacia México?

La ruta no es única ni directa. Las personas venezolanas utilizan múltiples caminos, según sus recursos, redes familiares o grado de desesperación. En términos generales, existen dos trayectos principales:

1. Ruta andina y centroamericana (terrestre)

Esta es la más utilizada, especialmente por quienes no pueden costear un boleto aéreo:

  1. Venezuela → Colombia (por Cúcuta o Arauca): el primer paso suele implicar cruzar a pie por zonas fronterizas irregulares, conocidas como trochas, controladas muchas veces por grupos armados.

  2. Colombia → Ecuador → Perú → Bolivia o directamente a Panamá: trayectos largos, con riesgos de detención, robos o estafas.

  3. Paso clave: la Selva del Darién, entre Colombia y Panamá. Es uno de los tramos más peligrosos del planeta para migrantes.

  4. Centroamérica (Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala) → México.

La travesía puede tardar semanas o meses. Muchas personas caminan, otras logran pagar transporte informal o se mueven en “caravanas”.

2. Ruta aérea con escala en el sur

Quienes tienen un poco más de recursos o documentos válidos han optado por volar desde Caracas a países como Brasil, Panamá, República Dominicana o incluso El Salvador, para luego intentar entrar a México por vía aérea o terrestre.

Desde que Estados Unidos endureció el ingreso de venezolanos, México se convirtió para muchos en destino fina, |aunque no siempre lo tenían planeado.

Los peligros del camino

Hablar de rutas migratorias sin hablar de los riesgos humanos y estructurales sería invisibilizar la verdadera dimensión del fenómeno. Algunos de los principales peligros son:

  • Selva del Darién: más de 500,000 personas cruzaron esta ruta solo en 2023. Se han reportado muertes por deshidratación, ahogamiento, violencia sexual y ataques armados. Muchas personas desaparecen sin dejar rastro.

  • Tráfico y trata de personas: redes criminales aprovechan la desesperación de los migrantes para explotarlos sexual o laboralmente. Las mujeres, adolescentes y niños son especialmente vulnerables.

  • Corrupción y abuso de autoridades: en algunos pasos fronterizos, los migrantes denuncian extorsiones, detenciones arbitrarias y violencia por parte de fuerzas de seguridad locales.

  • Estafas de "coyotes": muchas veces prometen un cruce seguro y luego abandonan o agreden a las personas migrantes.

  • Condiciones extremas: falta de agua, alimentos, atención médica y refugio básico. Enfermedades respiratorias, diarreas y lesiones son comunes.

México: ¿refugio o nuevo obstáculo?

Una vez en México, la ruta no termina. Muchos migrantes aún deben enfrentar:

  • Estaciones migratorias: espacios de detención temporal con condiciones denunciadas por organismos de derechos humanos.

  • Incertidumbre jurídica: largas esperas para obtener visas humanitarias, refugio o asilo.

  • Discriminación y xenofobia: en albergues, trabajos o incluso en el transporte público.

A pesar de ello, México también ha sido un espacio de solidaridad comunitaria, donde organizaciones civiles, religiosas y académicas han creado redes de apoyo, albergues, comedores y asesoría legal.

Las rutas migratorias no deberían estar llenas de muerte, violencia ni desamparo. Cruzar fronteras no debería costar la dignidad. Pero mientras las causas estructurales no se atiendan, millones seguirán arriesgándolo todo por una vida mejor. Cada paso que da una persona migrante por América Latina es un grito silencioso que interpela a gobiernos, instituciones y sociedades.

Migrar no debería doler tanto. Pero en la región, aún duele caminar.

Fuentes consultadas:

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