Causas estructurales de la migración venezolana hacia México

Tania Pamela Gómez Caballero (estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Rosario Castellanos)

¿Qué se rompe dentro de un país cuando millones deciden marcharse?

La migración venezolana no comenzó de un día para otro. Es el resultado de un proceso lento pero profundo de deterioro estructural. Se trata de una migración forzada, no porque alguien la haya ordenado, sino porque ya no quedaban opciones dignas para vivir.

Venezuela, que alguna vez fue uno de los países más prósperos de América Latina, cayó en un espiral de crisis multidimensional. La economía colapsó: la hiperinflación hizo que el salario no alcanzara ni para un trozo de pan; la escasez convirtió lo básico en un lujo. El Estado, lejos de proteger a su gente, se fue debilitando hasta volverse incapaz o indiferente frente al sufrimiento cotidiano.

La crisis política no fue menor. Las disputas por el poder, la represión contra el desacuerdo y la ruptura de la institucionalidad terminaron por romper la confianza social. La inseguridad, el desabasto de medicinas, el colapso de los hospitales y la censura completaron el cuadro de un país que empujaba a su gente hacia afuera.

Para muchas personas, migrar fue y sigue siendo una decisión dolorosa, cargada de incertidumbre, miedo y nostalgia. Pero también es un acto de esperanza: la búsqueda de una vida que aún sea vivible. México se ha convertido en uno de los destinos que representa esa esperanza, aunque no sin sus propios desafíos.

Hoy, más de 7 millones de personas venezolanas viven fuera de su país. Entender las causas estructurales que provocaron este éxodo no solo es una tarea académica, sino un acto de empatía. Porque detrás de cada migración, hay un quiebre social, una historia familiar interrumpida y una dignidad que insiste en no morir.

La migración forzada venezolana no es una consecuencia de una guerra ni de un desastre natural repentino. Es el resultado de un deterioro profundo y sostenido en las estructuras económicas, sociales y políticas de un país que, alguna vez, fue una de las potencias petroleras de América Latina. La crisis no llegó de golpe, pero sí con fuerza. Fue lenta, persistente y, para millones, insoportable.

Durante el siglo XX, Venezuela fue un país de acogida. Migrantes de Europa, Colombia y otros rincones de América Latina encontraban allí oportunidades que sus países de origen no les ofrecían. Sin embargo, a partir de la década de 2010, la situación se invirtió de forma dramática. Hoy, más de 7 millones de venezolanos viven fuera del país. ¿Qué ocurrió?

Colapso económico

Uno de los pilares del drama migratorio es el colapso económico del país. Venezuela, con una economía altamente dependiente del petróleo, enfrentó una severa crisis cuando los precios del crudo comenzaron a caer en 2014. Pero más allá de los vaivenes internacionales, las decisiones internas como la expropiación de empresas, controles cambiarios ineficaces y corrupción institucionalizada profundizaron la recesión.

La hiperinflación alcanzó cifras nunca vistas en la región. En 2018, por ejemplo, se estimó que los precios subían más de 1,000,000% anual. Los salarios se volvieron simbólicos. El poder adquisitivo se desplomó. Para muchas familias, comer tres veces al día pasó a ser un lujo. La escasez de productos básicos, desde alimentos hasta medicamentos, hizo que la vida diaria se convirtiera en un acto de supervivencia.

Deterioro institucional y político

La crisis no fue solo económica. La institucionalidad democrática también se fue erosionando. La concentración de poder, la represión de protestas, el encarcelamiento de líderes opositores y el cuestionamiento internacional a los procesos electorales generaron un ambiente de tensión y miedo. La separación de poderes se debilitó, y los mecanismos de justicia perdieron legitimidad.

A ello se sumaron violaciones sistemáticas a los derechos humanos, documentadas por organismos internacionales como la ONU y Human Rights Watch. Muchos ciudadanos no solo migraron por hambre o desempleo, sino también para huir de la persecución política o del miedo cotidiano a ser víctima de violencia estatal o criminal.

Colapso del sistema de salud y educación

La situación en los hospitales y escuelas se volvió insostenible. La escasez de insumos médicos, la falta de medicamentos y la emigración masiva de médicos y enfermeros convirtieron a la salud pública en una zona de desastre. Las universidades, antes reconocidas a nivel regional, comenzaron a vaciarse ante la falta de recursos y el éxodo de profesores. Jóvenes sin futuro, profesionales sin empleo y jubilados sin pensión forman parte del éxodo.

¿Por qué México?

México ha emergido como un destino clave por razones prácticas y simbólicas. Su ubicación estratégica, su economía más dinámica, la posibilidad de cruzar eventualmente a Estados Unidos y la percepción de mayor estabilidad política hacen del país una opción, aunque no exenta de dificultades.

Para miles de venezolanos, México no es una meta, sino una pausa; un refugio provisional mientras esperan resolver su estatus migratorio o lograr el cruce al norte. Pero muchos otros ya están echando raíces aquí, formando comunidades, emprendiendo y construyendo nuevas vidas.

Entender las causas estructurales de la migración venezolana no es solo un ejercicio académico. Es una forma de reconocer el sufrimiento de un pueblo y la responsabilidad compartida que tenemos como región. Cuando un país se vacía, no solo pierde habitantes. Pierde saberes, memorias, futuro. Pero en cada persona que migra también viaja una semilla de reconstrucción, de dignidad y de resistencia.

Fuentes consultadas:

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