Efectos que trascienden frontera

Tania Pamela Gómez Caballero (estudiante de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional Rosario Castellanos)

El éxodo venezolano es ya uno de los mayores desplazamientos humanos de las últimas décadas. Más de 7 millones de personas han salido de su país de origen en busca de seguridad, trabajo y dignidad. Pero esta migración no solo transforma las vidas individuales: remueve estructuras enteras en los territorios de salida y llegada.

La migración masiva tiene efectos visibles y otros menos obvios, pero igualmente profundos. Desde economías debilitadas hasta tejidos sociales en reconstrucción, el fenómeno toca todos los niveles: hogares, escuelas, sistemas de salud, políticas públicas y culturas locales.

En el país emisor: Venezuela

Erosión del capital humano

Uno de los impactos más graves para Venezuela ha sido la pérdida de profesionales capacitados. Se ha hablado incluso de una “fuga de cerebros”: médicos, ingenieros, docentes, investigadores y técnicos han emigrado en masa. Esto ha debilitado servicios esenciales como la salud y la educación.

Según datos de la ONU, más del 50% del personal médico ha abandonado el país. Esta situación ha dejado hospitales sin personal especializado y universidades sin docentes.

Fragmentación familiar

Millones de familias se han visto forzadas a separarse. Padres dejan a sus hijos al cuidado de abuelos, hermanos se crían por videollamada, parejas sostienen su relación a distancia. Esta ruptura afectiva no solo impacta emocionalmente, sino también en la estabilidad social y el bienestar psicológico.

Remesas como sostén

Paradójicamente, la diáspora o dispersión de personas en otros países también ha generado un flujo económico hacia Venezuela. Las remesas enviadas por migrantes se han convertido en una de las fuentes principales de ingreso para muchas familias, funcionando como un salvavidas económico frente a la inflación y la escasez.

En los países receptores: El caso de México

México ha visto un aumento considerable de población venezolana, especialmente a partir de 2021. Aunque no es el país que más migrantes venezolanos ha recibido (Colombia y Perú lideran en números), su ubicación estratégica lo ha convertido en punto de tránsito y destino.

Integración social y laboral

En ciudades como Ciudad de México, Monterrey y Puebla, la comunidad venezolana ha empezado a integrarse, especialmente en sectores como gastronomía, comercio informal, tecnología y servicios. Muchos emprenden pequeños negocios, aportando dinamismo económico y diversidad cultural.

Sin embargo, la integración no ha sido igual para todos. Muchos enfrentan barreras legales, discriminación o dificultades para convalidar títulos profesionales.

Presión sobre servicios públicos

El crecimiento de la población migrante puede presionar servicios públicos como salud, educación y transporte, especialmente en zonas fronterizas o albergues saturados. Esto ha generado tensiones entre comunidades locales y migrantes, a menudo alimentadas por discursos xenófobos en redes sociales o medios.

Oportunidad para la cooperación y derechos humanos

El reto también ha impulsado iniciativas valiosas: redes de apoyo comunitario, programas académicos sobre movilidad humana, y acciones coordinadas entre organizaciones civiles, religiosas y gubernamentales.

Migrar nunca es gratuito. No lo es para quien se va, ni para los lugares que lo reciben. Pero la pregunta clave es cómo se gestionan esos impactos.

Cuando las instituciones actúan con enfoque de derechos humanos, la migración puede traducirse en enriquecimiento cultural, innovación económica y revitalización social. Pero cuando se gestiona con miedo o racismo, genera exclusión, tensión y violencia.

El impacto de la migración venezolana es profundo, contradictorio y aún en desarrollo. Los países emisores sufren la pérdida de su gente más activa; los receptores enfrentan el desafío de integrar sin excluir. Pero si hay algo que ha demostrado esta crisis migratoria es que la solidaridad también puede ser estructural. Que no solo se trata de abrir fronteras, sino también corazones, instituciones y oportunidades.

Porque cuando migrar es inevitable, lo verdaderamente humano es recibir con dignidad y reconstruir juntos.

Fuentes consultadas:

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